En nuestro tercer día de estancia en Londres ya nos manejabamos por el metro como peces en el agua, es otra ciudad debajo de tierra lo que tienen hecho estos inlgeses, el famoso "undergrown", cada zona tiene una linea de un color, de manera que para ir a cualquier punto de la ciudad únicamente debes seguir ese color. La primera parada: el parlamento con su Big Ben.
Tras dar un largo paseo por los alrededores a la vera del Támesis, continuamos caminando hasta adentrarnos al centro de la ciudad. Pudimos ver los famosos guardias reales del Palacio de Bakinham, aunque no tuvimos la ocasión de presenciar el cambio de guardia, y algunos de los más destacados teatros con un sin fin de musicales. Es increíble la cultura musical que se percibe por las calles, en cada esquina o en cada estación de metro hay multitud de cantautores o músicos, cada uno con su propio estilo. Todas las monedas que llevabamos encima se las íbamos dejando a ellos, al final no nos quedaban monedas... :)
Al acabar el recorrido entramos a la tienda del famoso café Hard Rock, en donde se podía visitar un pequeño museo en el que se exponían grandes reliquias de la historia musical del rock: trajes de estrellas del rock, letras de las canciones más marcadas y guitarras míticas tales como la de Jimi Hendrix, una verdadera joya lo que había guardado en aquellas cuatro paredes.
Ya al anochecer, nos dejamos caer por Chinatown y el Soho para cenar y ver algunas tiendas. Es otro monopolio dentro de la ciudad, cada barrio que visitábamos no tenía nada que ver con el anterior o con el resto de Londres, cada uno tenía sus peculiaridades que lo caracterizaban, algo que hacia que no hubiera un solo día o momento en el que no nos sorprendieramos con lo que veíamos.
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